sábado, 29 de noviembre de 2008

Cuestión de (des) confianza


Cómo reaccionan los jóvenes ante la corupción

Ironías de la vida: Luciana León, la congresista más joven del régimen, cuyo trabajo se ha centrado en buscar que los jóvenes recuperen la confianza en la política, ve a su padre involucrado en un escándalo de corrupción que levanta casi tanto revuelo como los 'vladivideos'. Un golpe simbólico para el intento de reconstruir la confianza política de los jóvenes.


Por Katherine Subirana Abanto
Ilustración: Raúl Rodríguez

Si por la salita del SIN pasaron personalidades recibiendo dinero, por la suite de Fortunato Canaan pasaron políticos que sostuvieron largas conversaciones con el lobbista. Las 'aceitadas' y 'faenones' de Rómulo León juegan con los límites de nuestra imaginación Parece que acabáramos de descubrir que en el Perú, el tráfico de influencias y el ‘lobby’ tienen una línea de separación imperceptible. Cuando parece que conocemos o imaginamos todas formas posibles de corrupción política, aparece una nueva.

Cuando parecía que conocíamos o imaginábamos todas las formas posibles de corrupción política, aparece una nueva. No es raro pues que un 70% de jóvenes crea que el nivel de corrupción en el país es lo que le avergüenza de ser peruano (según encuesta de Ipsos Apoyo hecha en la CADE universitaria).

Política de Juventud

¿Será que a los jóvenes no se les presta mayor atención fuera de las campañas electorales? En la última campaña las estrellas fuimos nosotros: por un lado el Apra nos regaló un reggaetón, y por otro son varias las figuras jóvenes que llegaron al Congreso y que gozan de simpatía entre la juventud peruana.

Así lo señala el barómetro de octubre de la Universidad de Lima. Luciana León (pese a los 'petroaudios'), Kenji Fujimori (el único que no es congresista), Gaby Pérez del Solar y Luis Galarreta son, en ese orden, los políticos jóvenes que gozan de la simpatía de la población de entre 18 y 27 años.

Galarreta tenía 17 años cuando abrazó un sueño (el suyo) y se integró al movimiento Libertad, apoyando a Mario Vargas Llosa en su corta carrera política. El contexto en el que el hoy congresista de 37 años empezó a conocer la política de cerca no era muy distinto al de ahora. Gobernaba Alan García, había (hiper) inflación y la corrupción se llamaba también dólar MUC o tren eléctrico.

Galarreta pone cierta emoción al recordar que lo que lo impulsó a participar en política en una época crítica fue el ímpetu de cambiar las cosas más allá del discurso. Y subrayan que "para hacer cambios hay que estar dentro, donde el poder funciona".

¿Qué pasó para que las siguientes generaciones no muestren tanto ímpetu en participar políticamente? La encuesta sobre corrupción del Instituto de Opinión Pública de la PUCP, hecha en agosto de este año, muestra que los programas para incentivar la participación política de los jóvenes son el escalón final para los encuestados.

En un foro abierto en la web de El Comercio, los comentarios apuntan a que el problema ético es una cuestión de formación (como escribe José Antúnez) y a la necesidad de que la juventud asuma su histórico papel protagónico en el enfrentamiento con la corrupción. Se habla de salir de los discursos, y de hacer "seguimiento de los procesos públicos y rendición de cuentas", como señala Richard Quintanilla.

Política, en ti (ni) confío

Galarreta cree que su generación ha sido de las últimas en adquirir un fuerte compromiso político, porque al pasar los años han aumentado las expresiones para que los jóvenes puedan encontrar su espacio como actores sociales: en el arte, los círculos de estudios, los deportes, etcétera.

La poca credibilidad de la que gozan las instancias políticas ante la avalancha de hechos de corrupción es otra razón por la que las nuevas generaciones se alejan de la política partidaria. Ante la avalancha de Canchayas, Sucaris, Anayas y la respuesta negativa y casi berrinchosa de muchos congresistas sobre iniciativas como las de 'Adopte un congresista', el panorama se complica.

El analista Ernesto Véliz afirmó hace poco en este diario que "la indecencia en el manejo de la cosa pública, la ausencia de coraje ético para asumir responsabilidades ante los errores malogra la imagen del país, sobre todo ante los ojos de los jóvenes".

A Véliz le dan la razón las cifras de la PUCP, donde se señala que un 46% de chicos de entre 18 y 29 años definen corrupción como "conseguir beneficios particulares aprovechando el cargo público que se ostenta"; el mismo porcentaje piensa que el Perú es igual de corrupto que hace un año. En ese sentido, voluntad política y transparencia podrían tener para nosotros mejor efecto que un simple comercial reggaetonero.

Ellos, los corruptos

La antropóloga Guisella Cánepa, en el libro "Vicios públicos", trae a tierra este problema, precisando que no es exclusivo de la esfera política, sino que nos toca directamente al, por ejemplo, pasar la luz roja, manejar ebrio, coimear al policía o comprar la cola. ¿Por qué señalar siempre a "ellos, los corruptos" y marcar distancia de lo que probablemente sucede en nuestra cotidianidad? Cánepa ensaya una respuesta interesante: por la presentación y el tratamiento informativo de los casos de corrupción, la "espectacularización de la corrupción" .

Así, la corrupción se traduce "en eventos y personas aislables, invisibilizando su historicidad y sistematicidad: no se presentan los modos en que la corrupción funciona en la vida diaria y en todos los ámbitos de la vida social".

O sea, antes de decir "jefe, le doy 5 'luquitas', pero no me ponga papeleta" habría que pensar que así vamos por el mismo camino de esos políticos a los que tanto criticamos.

El Comercio 19 de noviembre del 2008 - SIC

fuente:


http://blogs.elcomercio.com.pe/sic/2008/11/cuestion-de-des-confianza.html


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